En el jardín primaveral, la luz del atardecer se desliza suavemente sobre la figura etérea de una joven vestida de naranja. Sus cabellos dorados fluyen como rayos de sol, enmarcando su rostro angelical. Las flores, cautivadas por su gracia, se alzan a su alrededor en un delicado abrazo floral. Los pétalos bailan al compás del viento, llenando el aire con su dulce fragancia. Su mirada, llena de pureza y amor, irradia una ternura infinita. En ese instante, el mundo se detiene y solo existe la magia de ese momento, donde el romance se entrelaza con la naturaleza, creando una imagen inolvidable.
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