Una alma radiante, envuelta en un vestido rosa como el atardecer de un día de verano, se erige ante la cámara, un faro de gracia y belleza. Su vestido, con hombros desnudos, acaricia su piel, mientras un cuerpo de encaje se entrelaza como un suspiro de la seda. Un volante corona su cuello, como las olas besan la orilla.
Una rosa, delicada y apasionada, adorna su cabello, un eco de la pasión que arde en su ser, en perfecta armonía con el ramo que sostiene con devoción. El fondo, un manto de flores rosas, se convierte en el escenario de un cuento de hadas primaveral, un rincón donde el amor florece como un jardín de ensueño.
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