En un pequeño valle vivían tres hermanas: Elena, Beatriz y Sofía. Criadas en la humildad, trabajaban el campo junto a sus padres ancianos. Su vida era sencilla, pero llena de sueños.
Elena, la mayor, decidió irse a la ciudad para trabajar como doncella. Allí conoció a Adrián, un joven de buena familia que, pese a las diferencias sociales, se enamoró de ella. Se casaron y, cuando Elena regresó a casa, convenció a sus hermanas de que en la ciudad podrían encontrar un mejor futuro. Tras la muerte de sus padres, Beatriz y Sofía la siguieron.
Adaptarse no fue fácil, pero con esfuerzo hallaron su camino. Beatriz comenzó a trabajar en una boutique, mientras Sofía aprendía el arte de la costura. Fue entonces cuando conocieron a Eduardo y Fernando, dos jóvenes de alta sociedad que se enamoraron de ellas. A pesar de los prejuicios, el amor triunfó y ambas se casaron.
Elena y Adrián abrieron una próspera tienda de telas, Beatriz se convirtió en una reconocida diseñadora y Sofía fundó una academia de costura para mujeres humildes. Aunque su vida cambió, jamás olvidaron sus raíces.
Años después, las hermanas regresaron a su viejo hogar. Sentadas en el porche, recordaron su infancia y se dieron cuenta de que, aunque sus caminos habían cambiado, seguían unidas por un amor inquebrantable. Así comprendieron que la verdadera riqueza no estaba en la posición social, sino en el lazo que las mantenía juntas, sin importar dónde estuvieran.
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